18 de Julio 1790, Montevideo, Uruguay.

Historia de La Galatea, por Alfredo Alzugarat

En 1988 José Pedro Díaz escribió doce páginas con el título “Autobiografía”. El texto no es más que una reseña de los comienzos de su vida y de sus inicios en la literatura, pero es útil para evaluar la importancia que tiene La Galatea ya desde antes de su existencia como tal y junto al proyecto de vida en común con Amanda Berenguer. Se puede verificar en él cómo, quizá desde el primer encuentro de ambos en 1938, anhelaban escribir y editar ellos mismos sus propias obras, de participar del proceso de producción de un libro desde su escritura hasta su publicación, ambición que confluía de modo inevitable en la necesidad de poseer una imprenta: “Juntos ardíamos de proyectos, escribiríamos, nos casaríamos, imprimiríamos nuestros escritos… sería hermoso aprender a imprimir. Cunha tiene su imprenta en un depósito y se dispone a venderla: me permite adiestrarme en ella. Durante la noche compongo a mano y aprendo a manejarme con las cajas y el componedor: aprendo a imprimir con su pequeña minerva. Está claro: en cuanto nos casemos compraremos una minerva y haremos nuestros libros. Nos casamos en 1944 y la “Hoja inaugural” de La Galatea –nuestra imprenta, una minerva centenaria- lleva también la fecha de 1944.”

a galatea - amanda y josé pedro

Obligados por las deudas, Casto Canel y Juan Cunha abandonaron la vieja minerva de la imprenta Signo en un sótano del edificio de la calle Paysandú 1011 donde funcionaban los talleres de LIGU. Había sido en esa misma máquina, bajo el nombre de “Stella”, donde a Díaz le habían publicado los dos breves tomos de Canto pleno en 1938 y 1939 y a Juan Carlos Onetti la primera edición de El Pozo. Ahora todo consistía en pedirle a Cunha que le enseñara el oficio. Recordaría mucho después en un reportaje: “El pobre Juan que tenía que ganarse la vida vendiendo avisos para el semanario Marcha —que había aparecido el año anterior—, no tenía tiempo para enseñarme nada, pero alcanzó a decirme cómo había que hacer. Con sus valiosas indicaciones y con lo que pude observar por las noches en la tarea de los obreros gráficos, aprendí lo suficiente, compré papel y compuse El abanico rosa, mi primer relato. El aprendizaje se completó casi a la perfección cuando se me cayó la plancha entera, la mejor lección que obtuve, porque me pasé el verano del 39-40 recogiendo letras del suelo y colocándolas en la caja.” [2] El examen final, sin embargo, lo daría con la edición de Canto hermético, volumen de poemas de quien todavía firmaba como Amanda Berenguer Bellan, en cuyo colofón puede leerse: “José Pedro Díaz terminó los trabajos de tipografía e impresión de este cuaderno en Montevideo, al finalizar el mes de marzo de 1941. Esta primera edición consta de 350 ejemplares tirados sobre papel Hammermill”.

Tras la boda de ambos el 10 de noviembre de 1944, Rimmel Berenguer, padre de Amanda y de profesión rematador, viajó hasta Paso de los Toros para adquirir una vieja minerva, de origen alemán, fabricada hacia 1880[3]. Luego, de nuevo en Montevideo, la trasladó a la casa de la calle Roberto Koch 3858 casi San Martín, primer hogar del matrimonio. Será allí donde Amanda le colocará un moño rojo y ambos la llamarán La Galatea, un nombre de indudables resonancias literarias[4].

Es la propia Amanda quien mejor ha recordado ese momento crucial: “Recién casados, en 1944, José Pedro y yo habíamos comprado una minerva prehistórica a pedal, con gran volante, y nuestra común pasión por la palabra escrita en este caso tuvo su impresora. La instalamos en el garaje de la casa, en la calle Roberto Koch, donde vivíamos con mis padres y mi hermano. Allí se imprimieron libros nuestros y de algunos amigos. La Elegía por la muerte de Paul Valery se imprimió en 1945, el mismo año de la muerte del poeta. (…) Las palabras y las estructuras, las diferentes formas verbales, en mi idioma –mi visceral español-, me daban vueltas adentro y afuera, como abejas reinas en su enjambre, buscando donde arraigarse. Aprendí que existía el “ostinato rigore” de Leonardo de Vinci, y lo hicimos nuestro lema, nuestro ex libris, en las ediciones de La Galatea.”[5]

Prueba de impresión de la imprenta La Galatea

La historia de esta aventura literaria y de este porfiado sueño comenzaría de modo definitivo poco después, hacia fines de ese año, cuando se imprime la “Hoja inaugural”, con el poema de Amanda, “Ungid la pulcra celda…”, una cita en francés de Mallarmé y el lema de Da Vinci. Gracias al listado manuscrito que ambos confeccionaron podemos saber que copias de esa Hoja fueron enviadas, entre otros, a Carlos Vaz Ferreira, Julio Casal, Selva Márquez, Pedro Leandro Ipuche, Clemente Estable, Domingo Bordoli, Carlos y Ángel Rama, Ildefonso Pereda Valdés, Mario Arregui, Esther de Cáceres, Francisco Espínola, y aun a personalidades del exterior como Jorge Luis Borges, Victoria Ocampo, José Bergamín, Alfonso Reyes, Guillermo de Torre, Eduardo Mallea, Ramón Gómez de la Serna y Amado Alonso.

Pocos días después, de visita ambos en la residencia de Jules Supervielle, obtendrían el que iba a ser el primer texto de La Galatea: Une métamorphose ou l’époux exemplaire (marzo 1945, 400 ejemplares), al que publicarían en su idioma original. Cuenta Díaz en su Diario: “Ayer hemos ido a visitarle. A tener la alegría de verle y luego de pedirle algo que pudiéramos imprimir en nuestra máquina. Tener el placer de tipografiar algo suyo. (…) Buscó en su memoria y nos ofreció un cuento de título aún no definitivo, Aux temps des metamorphoses, que había dado para su publicación en español a Cuadernos de México. Quería verlo en francés.”[6]

Hacia fines de 1945 aparece Elegía por la muerte de Paul Valéry (170 ejemplares). Por entonces, la esmerada y afanosa labor con La Galatea recibe los primeros encomios. El poeta y narrador Luis Giordano les escribe el 29 de diciembre: “Recuerdo la similitud que el propio Valéry hace entre la tipografía y la arquitectura, elevando aquella a la categoría de una de las bellas artes, especialmente cuando sirve de sustento a la sutileza de la poesía. En las ediciones de La Galatea, se combinan, con gracia, el arte visual tipográfico con el de la ajustada composición y el ritmo, lleno de sabiduría, de los bellos claros y los oscuros y ello es surgente, sin duda, del clima poético en que Uds. se mueven y donde circulan, con la notoria limpidez que hace a las almas singulares.” [7] En 1946 editan Como si en flor divina me llagara, de Luis Alberto Caputti.

En 1947 La Galatea llegó al nuevo hogar de los Díaz – Berenguer, a la casa de la calle Mangaripé 1619, que pronto sería centro de un estilo de vida consagrado por entero a la literatura y lugar de reunión de uno de los más numerosos grupos de la generación del 45. Desde entonces, la minerva familiar quedó también unida a los avatares de aquel conjunto de jóvenes. En su Diario personal, en la entrada del lunes 31 de marzo, Díaz anota: “Durante la semana que terminó mudamos a Punta Gorda casi todas nuestras cosas, inclusive la máquina (“La Galatea”) que nos demandó un día de mucho esfuerzo.”[8]. Mudarla era una cosa y armarla otra.  Recién el 14 de julio, tres meses y medio después, podrá afirmar “tenemos ya armada La Galatea”.[9] En 1949 Díaz publicó allí su primera narración extensa, El Habitante, e Ida Vitale su primer libro de poemas, La luz de esta memoria.

No faltaron momentos de desasosiego. Recuerda Álvaro Díaz Berenguer que cuando sus padres viajaron a Europa en 1950, un inquilino que quedó en la casa acabó por vender varios muebles y a La Galatea, “lo que provocó una gran desazón de mis padres, que finalmente la recuperaron meses después de su vuelta al país”[10].

Concentrada la labor en los meses de verano, es decir, durante el descanso del profesor y compartiendo siempre por igual la tarea con su esposa, La Galatea produjo en la década de los 50 y hasta su última publicación, seis títulos más: Tratado de la llama (1957) y Ejercicios antropológicos (1960), de José Pedro Díaz;[11] El río (1952), La invitación (1957) y Contracanto (1961), de Amanda Berenguer; y Palabra dada (1953), de Ida Vitale. La edición de un libro llevaba a veces meses de labor, con tiradas que en solo una ocasión alcanzaron los 500 ejemplares. Ida Vitale ha destacado la labor artesanal en La Galatea:era algo sumamente esforzado y que podía llevar mucho tiempo. Había que conseguir que el piso quedara perfectamente horizontal para que la impresión fuera bien pareja. Eso a veces podía llevar hasta una hora. Aún en una tercera prueba podía pasar que la tinta no estuviera pareja y entonces a empezar de nuevo. Esto no era nada grave para los que nos reuníamos los fines de semana en casa de José Pedro y Amanda: participábamos todos de alguna manera, sabíamos que la labor no podía ser técnicamente impecable y en definitiva era una actividad que nos divertía.” [12]

Distinto fue el caso de Gustavo Adolfo Bécquer. Vida y poesía, el más celebrado ensayo de José Pedro Díaz por esos años, impreso en los Talleres Gráficos de Martín Bianchi Altuna bajo el sello La Galatea en edición de mil ejemplares. En el quehacer de los distintos libros jugó un papel fundamental el aporte artístico del xilografista Leandro Castellanos Balparda, gran amigo personal de José Pedro Díaz.

Un importante antecedente en impresión artesanal, que debía estar en conocimiento del matrimonio Díaz – Berenguer, es el del poeta uruguayo Carlos Rodríguez Pintos quien, en París, en 1930, entabló amistad con el poeta español Manuel Altolaguirre. En la minerva que este último había traído de Málaga, su ciudad natal, Rodríguez Pintos aprende a tipografiar y publica algunas plaquetas con poemas suyos. Su entusiasmo es tal que al año siguiente decide comprar la máquina. Convertido en poeta-impresor, Rodríguez Pintos declara algunos años después a la prensa parisina lo que bien podría valer también para José Pedro y Amanda: “No hay nada más divertido que unir los caracteres de un poema que se acaba de escribir. Cuando lo hago, me parece que luego de haber dado forma al alma de mi obra, he creado su cuerpo. En otras ocasiones, advierto el sentimiento de que agrupando mis caracteres, le doy una faz escultural a la poesía”. Finalmente, en 1933, Rodríguez Pintos le regala su minerva al poeta greco – francés Guy Lévis-Mano, ilustre poeta e impresor, quien se dedicó a esta labor hasta el fin de sus días[13]. Díaz debió estar en conocimiento de los detalles de esta labor tipográfica, de sus métodos y estilo. No es casual que el 15 de octubre de 1953, consigne en su Diario: “Por fin, ayer, el hallazgo de un formato de Guy Lévis-Mano que se adecua a nuestra máquina y que permite pliegos de 16 páginas. Eso y la elección de algún papel absorbente y cómodo para las presiones me puede permitir la publicación  de varios pequeños libros.”[14]

Contracanto fue el último libro editado en La Galatea. En 1962, José Pedro Díaz, junto a Germán y Ángel Rama, funda Arca. Comenzaba el tiempo de las grandes editoriales locales y el olvido de la vieja minerva que parecía haber cumplido su ciclo vital. El lugar de emplazamiento original –un espacio que comunicaba directamente con el escritorio de José Pedro Díaz- fue convertido en cocina y “la Galatea y todo su entorno (cajas con los distintos tipos de letras, los cuadros con hilos que permitían secar el papel y que no se entintara) fue transportada a un galpón en el fondo del terreno, expresamente construido para ello.[15]” “Hoy La Galatea parece un buey con zancos, abandonado en el galpón que está en el fondo de nuestra casa, cubierto de muebles y objetos en desuso”, sentenciará entonces Amanda Berenguer.[16]

En 2009 La Academia Nacional de Letras decidió otorgar el premio anual a La Galatea. En la ocasión, la Ministra de Educación y Cultura Ing. María Simón solicitó al Poder Ejecutivo el reconocimiento de La Galatea como Patrimonio Histórico, galardón que le fuera conferido poco después.

En 2010, tras el fallecimiento de sus padres, el doctor Álvaro Díaz Berenguer donó a la Biblioteca Nacional, junto a los archivos y la biblioteca de sus progenitores, la minerva La Galatea, que pasó desde entonces a enriquecer el acervo de dicha institución.

Alfredo Alzugarat

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El 26 de mayo de 2022, luego del proceso de restauración iniciado a fines de 2021 por el impresor Gabriel Pasarisa, la imprenta La Galatea volvió a imprimir.

[1] “Autobiografía” en Diario de José Pedro Díaz. Biblioteca Nacional . Banda Oriental, 2011. Edición, prólogo y notas de Alfredo Alzugarat.
[2] Rocca, Pablo. “Con José Pedro Díaz. Memoria de los años dorados”, en El País Cultural Nº 264, 25 de noviembre de 1994.
[3] Se conserva la factura de compra por valor de $ 305-.
[4] Si bien la sola mención de La Galatea remite en primera instancia a Cervantes y a Góngora, es posible que también haya incidido en la elección del nombre el antiguo mito griego a través de la lectura de Ovidio.
[5] El monstruo incesante, expedición de caza, de Amanda Berenguer. Montevideo, Arca, 1990, pág. 151.
6 Diario de JPD, pág. 69. Une métamorphose ou l’époux exemplaire de J. Supervielle, había sido publicado en español con el título En tiempos de las metamorfosis en México en Cuadernos Americanos N°2, marzo – abril de 1944.
 [7] Carta de Luis Giordano a José Pedro Díaz y Amanda Berenguer. 29 de diciembre de 1945. Archivo José Pedro Díaz. Biblioteca Nacional.
[8].  Diario de JPD, pág. 117.
[9]  Ob.cit. pág. 127
[10] Testimonio de Álvaro Díaz Berenguer , hijo de José Pedro Díaz y Amanda Berenguer, al autor (febrero 2022).
[11] Tratado de la llama y Ejercicios antropológicos posteriormente pasarían a formar parte de Tratados y Ejercicios (1967).
[12] Testimonio de Ida Vitale al autor,18 de febrero de 2022.
[13] Guy Lévis Mano, también conocido por su seudónimo Jean Garamond, se dedicó a la labor tipográfica fundando la editorial GLM.
[14] Diario de JPD., pág. 417.
[15]  Testimonio de ÁDB.
[16] El monstruo incesante, p. 151