18 de Julio 1790, Montevideo, Uruguay.

Homenaje al poeta Jorge Meretta, entrevista por Horacio Cavallo.

A 9 años de la muerte del poeta uruguayo Jorge Meretta (14/1/1940 – 7/7/2012), la Biblioteca Nacional de Uruguay le rinde homenaje con la publicación de una entrevista, realizada al poeta en 2010 por el escritor Horacio Cavallo y, con la puesta en línea de la edición digital del libro Obra selecta, Jorge Meretta, editado en 2009 por la BNU.

Conocí a Jorge Meretta en el año 2005, oyéndolo leer algunos de sus poemas en un ciclo de poesía en un boliche montevideano. Lo volví a ver en el bar Sin Bombo unos meses después. Recuerdo con claridad ese segundo encuentro porque leímos textos con el grupo .txt, conformado por Diego de Ávila, Mariana Figueroa, Martín Barea Mattos, Virginia Lucas y Francisco Tomsich. Luego de la lectura, Meretta se acercó a comentarme algunos pasajes de dos o tres sonetos que yo había incluido en la lectura, y me regaló un ejemplar de “Postales y Ceremonias”, Ediciones de la crítica, 1997.

Unos días después, una muchacha con la que yo salía entonces vio el libro sobre mi mesa de luz y me comentó que lo conocía, que Jorge era un familiar lejano, que había sido su odontólogo y que incluso la había retratado alguna vez para alguna de las tapas de sus libros. Con esa idea de la mujer joven y atractiva y el fotógrafo veterano me quedé un tiempo, y le di vida a dos personajes de la novela “Oso de trapo”, transformando una hilacha de realidad en algunas páginas de ficción.

Al mismo tiempo empecé a frecuentar el apartamento de Jorge, en 8 de octubre y Garibaldi, a llevarle poemas (sonetos más que nada, forma métrica que me tenía apasionado en ese momento y en la que él se destacó ampliamente junto a Washington Benavídez, Álvaro Figueredo y Julio Herrera y Reissig) a escuchar sus recomendaciones, y a pensar en lo que sería mi primer libro: “El revés asombrado de la ocarina”, que saldría a fines de ese año.

Jorge fue generoso conmigo, me regaló una biblioteca de mimbre con una pluma de paloma enganchada -y que por cábala aún sigue enganchada entre las maderas- algunos libros sobre poesía, y muchos libros de él. A veces cocinaba. Siempre fumaba esos cigarrillos J y M que tenían sus iniciales, y a veces cortaba whisky con agua en unos vasos amarronados. Sobre la mesa del comedor colgaba “Los comedores de patatas” de Van Gogh y se desparramaban un centenar de libros y papeles. Alguna vez me habló de una mujer que lo ayudaba algunos días, en la mañana, con el orden, pero no se notaba en los papeles: carpetas de colores pálidos, libros sin tapas, ceniceros desbordados, poemas mecanografiados con remiendos en tinta.

En aquellas visitas fuimos haciéndonos amigos y esa amistad se mantuvo hasta su muerte. Me visitó alguna vez en una casa de repuestos donde yo trabajaba entonces, recuerdo en particular un mediodía que pasó a buscarme y en mi hora de descanso fuimos a un bar que ya no existe en 18 y Ejido, a comer pizza y hablar “de cómo cambia el cielo”. Yo desconocía qué había sido de la vida de Meretta hasta entonces. Cada tanto nombraba a sus tres hijos, a alguna de sus mujeres, su trabajo como docente y cirujano odontólogo durante toda su vida en largas jornadas, una casa en Jaureguiberry, la fotografía (fue vicepresidente del Foto Club Uruguayo) y el vibráfono (y el piano) con el que había tocado jazz, en la movida nocturna que impulsaba el Hot Club.

Cada tanto me llamaba por teléfono y empezaba el diálogo con un: “¿Qué novedad?”.

Tuve el gusto de que me mostrara poemas inéditos, y que me pidiera opinión. Que celebrara delante de mí, pero sin alharacas, la publicación de su obra reunida, editada en España, y la selección que se preparaba en ese entonces, con un trabajo crítico de Gerardo Ciancio, como apertura, y que se publicaría en 2009 a través de la Biblioteca Nacional.

Esa Obra selecta que hoy, a nueve años de su muerte, se decide digitalizar y subir a la web, con el doble cometido del homenaje y de brindarle la posibilidad de su lectura a las nuevas generaciones, ya que Meretta fue un autor –lo mismo sucede con Benavídez aunque en menor medida- que no tuvo un vínculo directo con las computadoras y con la posibilidad de subir sus textos a Internet. Quedaron entre ambos tiempos, y no hace justicia la red de información con el material disponible sobre sus obras.

Una de esas noches en las que lo visitaba se me ocurrió proponerle una entrevista. Me dijo que sí, pero que si se publicaba fuera cuando él ya no estuviera. Cuando murió decidí que no era momento de publicarla todavía. Temía parecer oportunista. Preferí dejar pasar el tiempo y allá quedó la voz de Jorge, grabada en un mp3 que ya no existe, y luego en el archivo de Word que hoy ve la luz.

Jorge Meretta nació en Montevideo en 1940. Publicó más de una treintena de libros y plaquettes de poesía, y un libro de narrativa. Algunos de esos títulos son: Última voluntad (1989, Premio Anagaró Sevilla, España) Laberinto Clave, 1993, Premio Anual de Literatura MEC; Escrito en casa (1995) y Tanto mundo (Antología, Santiago de Chile), Seis poemas (1998, Premio Internacional La Porte de Poètes, edición bilingüe, París); El sobrante del humo (Antología Poética, 2000, Montevideo); Cambios de sitio (antología de sonetos, Buenos Aires); Emboscada de piedra (2002, Buenos Aires); Ávese (2003, Buenos Aires) y El cazador de lluvias (2004, Montevideo). Murió el 7 de Julio de 2012.

Esta entrevista fue grabada en el apartamento de Meretta, en 8 de octubre y Garibaldi, alguna de las noches del año 2010.

Una poesía personal, para ser identificado

¿Cúal es tu primer libro, Jorge?

Me publicaron mi primer libro en el año 58, tenía 18 años. Ufanía del sueño, pero es un libro que vale la pena olvidarlo.

Pero a partir de esa publicación accedés al ambiente literario montevideano, ¿qué cosas ves que hayan cambiado en el ambiente desde entonces?

El posmodernismo nos cambió todo. Antes éramos todos conocidos, éramos compinches. Cuando alguno de nosotros sacaba un libro los otros lo comprábamos: ahora los tenés que regalar, no te los compran. Pero después se van a comer una muzzarella y una cerveza, cuando los libros yo los tenía a 50 pesos en la Casa de los Escritores.

Este primer libro que publicaste fue consecuencia de un premio, después vinieron una treintena de libros más, muchos de ellos premiados. ¿Estos premios sirvieron de algo además de aportarte en su momento plata dulce?

La edición de la Biblioteca Nacional fue una decisión de Tomás de Mattos, no fue mía.

Eso en cuanto a la obra selecta

Sí, sí, he intentado en mis libros distintos estilos. Algunos podrían haber salido sin mi firma, y se lo hubieran comido. Yo no quiero honores, busco lectores por si les sirve para algo. Pero la escoba del tiempo no se saltea ninguna pelusa. Por eso es que si lo que yo escribí… si hay algún poema, inclusive un solo verso, que sirve para alguien, estaría cumplido.

¿Y los premios sirven para algo?

Los premios sirven por curiosidad del lector de poesía, pero uno tiene que entender que cuando uno gana un premio, lo gana solo entre los que se presentaron. Entonces yo no me creo la vaca sagrada de la poesía uruguaya. Para eso sirven, para llamar la atención. Entonces es eso. Los premios no sirven para otra cosa más que para eso.

¿Alejarte de los círculos literarios fue una elección propia?

Fue una elección propia, pero vos sabés que salía un libro mío y yo lo volanteaba, lo regalaba.

Trabajaste las formas poéticas: liras, sonetos, por supuesto, prosa poética, el verso libre y recuerdo que tenés un trabajo en narrativa. ¿En cuál de estas formas te sentiste más cómodo?

Yo siempre me siento cómodo, porque el inconciente me lleva a escribir algo. No me propongo escribir un soneto, un verso libre, una lira, una silva, una sextina. No está la forma antes. Lo que pasa es que la versificación… Hay un gran déficit de versificación en los poetas actuales, y no se dan cuenta que eso entra por la lectura, no por la mano, sino que la lectura y la práctica enseñan síntesis músical. El soneto te obliga, y es un ejercicio. Yo lo he ejercitado, y de esa manera puede entender la riqueza del lenguaje, y la versificación. La lectura es fundamental, pero no la babélica. Hay que empezar por el orden en el que fueron escritas esas obras. De lo contrario uno no puede tener un concepto vital del mundo. También es necesario tener un avance cultural para saber dónde estamos parados. Eso es fundamental.

Lejos de las nuevas tecnologías, Internet, los blogs, las formas en la que los nuevos poetas se comunican, vos seguís escribiendo a mano. ¿Qué pensás de esas nuevas formas de difusión?

La difusión es buena. Me han dicho que hay varias páginas. Antes para mandar un libro a Japón estabas un mes y medio. Ahora apretás un botón. Yo nunca tuve computadora ni pienso tenerla.

¿Tenés algún ritual, o te sentás y empezás a escribir?

No, para nada. De repente salta algo. Yo en el consultorio le decía al paciente no deje de morder esta gasa por favor, porque me había salido el disparo inicial. Lo dejaba encaminado y después seguía. Yo nunca me propuse escribir un poema por día.

¿Escribir hasta la muerte y en caso de volver a nacer elegir la poesía?

Primero tengo muchas dudas de que vuelva a nacer. Segundo he dejado de escribir. Todo lo que tenía que decir ya lo he dicho, lo que tenía para vivir lo he vivido, y es obvio que no puedo ser de otra manera.

¿Te arrepentís de haber sacrificado otras cosas por la poesía?

No, no, trabajaba doce horas por día y fui docente veinticinco años, pero me fui abandonando. El catedrático de odontología me dijo quedate unos años más, y me jubilaron por edad avanzada (como dentista). También he dejado la fotografía.

La poesía tuvo más fuerza entonces

Pero sería como esta charla, en algún momento se va a terminar

¿Podés elegir alguno de tus libros?

No, porque no hay libros que me identifican profundamente, tampoco un poema. Ahí hay una obra selecta de la Biblioteca Nacional, si a alguien le sirve para algo que se lo quede.

Te publicaron una antología en España, ahora la Biblioteca Nacional, como poeta debés sentirte satisfecho.

No, por lo menos saber que no escribo muy bien, pero que no escribo mal.

¿Cómo te llevás con los poetas de tu generación?

Y, yo me llevo bien, saludo a los que me saludan, le hablo a los que me hablan… y visito a los que me visitan.

¿Es difícil el ambiente?

Hay cierta competencia…. Otra cosa son los que te pretenden separar entre el sonetista o el poeta. Y mi obra es un 3 o 4 por ciento de sonetos. Porque si fuera así Julio Herrera no hubiera sido poeta, hubiera sido sonetista. Porque entonces si escribís versos libres sos versolibrista, pero no, sos poeta. Pero la poesía para mí, lo discutíamos con Walter González Penelas, un extraordinario y olvidado poeta, la poesía puede ser una magia evolucionado. Desde tiempos inmemoriales el hombre ha buscado una palabra, con un sentido mágico, de cura, de identificación, de trasmisión, entonces la poesía no es la palabra, viaja por la palabra.

¿Cómo fue tu infancia?

Si fuera a recordar mi infancia, llovería siempre. Eso es un epígrafe, y creo no haber tenido nunca familia desde que nací.

Tuviste un bunker en Jaureguiberry, donde en algún momento te ibas a escribir. Tenés un poema largo, nocturno escrito en Jaureguiberry. ¿Ibas buscando eso?

No, iba afuera pero no pensando en escribir. De repente me venía la locura y me ponía a escribir. Me podía igual visitar acá, en el apartamento, o en el ómnibus

Siempre la poesía te vino a buscar a vos. ¿Nunca se te ocurrió sentarte a escribir como algo premeditado?

En ese sentido nunca toqué timbre. Lo que he publicado, cada libro, me ha llevado diez doce días, porque entendía que lo que me estaba llamando y lo que quería decir estaba dicho, entonces no podía seguir escribiendo sobre lo mismo mucho tiempo más.

En quince o veinte días escribías un libro. ¿Después pasabas tiempo sin escribir?

No, no, eso era la poesía la que lo decidía.

¿Te pasó de estar bloqueado?

Sí, de pronto hubo un tiempo que no escribí, no me acuerdo cuánto, pero muy poco.

¿Cómo te llevaste con la crítica?

Ha sido, poca y buena en el país pero excelente afuera. Enrique Banchs, cuando yo tenía 20 años, me manda una carta y me dice: brillante compañero de letras. Creo que con eso resumo la pregunta. Te vuelvo a repetir: a mí no me importa la crítica, me importa la gente. Escribir algo que le pueda servir al otro. Porque las medallas quedan acá, los homenajes quedan acá.

Un poeta uruguayo

No, uno solo no puedo elegir.

¿Alguno?

El Bocha (Benavídez), por su búsqueda, que tiene muy buenos logros, y Salvador Puig.

Para alguien que arranca, además de leer, y de saber qué leer, ¿debe importarle la base teórica de la poesía o es más importante producir, a través de la prueba y el error, hasta encontrar una voz?

Te quisiera decir algo sobre lo que son las vanguardias. Por supuesto enriquecen el lenguaje, la estructura de versificación, pero no hay que quedarse ahí, hay que ser uno mismo, lograr una poesía personal para ser identificado. Uno tiene que encontrarse a sí mismo, la lectura no puede ser babélica. Uno no puede ponerse a leer a Shakespeare y después pasar a Benedetti. Tiene que ser ordenada esa lectura. De la misma manera que alguien que pinta pasa por el dibujo primero, el que escribe pasa primero por la versificación, que repito, entra por el oído.

Por Horacio Cavallo.