18 de Julio 1790, Montevideo, Uruguay.

Ismael, la Batalla de Las Piedras vista desde la ficción heroica de Acevedo Díaz

Acevedo Díaz comienza a publicar su célebre trilogía de novelas históricas en 1888, con Ismael. Al estilo Walter Scott, Acevedo Díaz imagina un personaje llamado Ismael Velarde, un joven gaucho sin hogar de cabellos rubios, diestro en la guitarra y el lazo, que tiene una breve pero fogosa historia de amor con Felisa la joven criolla hija del patrón de la estancia donde Ismael está conchabado. De inmediato sobreviene el duelo a cuchillo con Jorge Almagro el ladino mayordomo español que también corteja a Felisa.

Ismael es un personaje anónimo, uno más entre los cientos de hombres que pelearon en la revolución independentista. Acevedo Díaz nos guía siguiendo sus pasos, junto a su camarada Aldama, y así somos testigos y partícipes de las acciones que llevaron al levantamiento en 1811. En los preludios del levantamiento y cuando Felisa se ha quedado sola y dueña de la estancia tras la muerte de sus últimos familiares, el mayordomo Jorge Almagro la somete por la fuerza, se apodera de sus bienes y en un arranque de furioso resentimiento le da muerte.

A Ismael lo encontramos acuclillado a la vera del río Asencio oyendo las palabras de Venancio Benavidez, antes del levantamiento en Soriano y su célebre grito. Más allá también está Ismael viendo pasar al general Artigas con su semblante sereno entre la borrasca y el estruendo de la batalla. Más tarde está también Ismael persiguiendo a Almagro, devenido en caudillo español, dándole alcance y luego de un enfrentamiento singular, se da fin a la Batalla de Las Piedras con un atronador cañonazo de la artillería española que despedaza el cuerpo de Almagro.

Extracto del capítulo 52

En sus primeras horas, el comandante en jefe español que, como Artigas, había intentado algunos movimientos para “batir en detalle”, tomó la ofensiva resueltamente; y dejando en Las Piedras una gran guardia con un cañón cargado a metralla, dirigióse con cerca de mil hombres de las tres armas y cuatro piezas, al encuentro de Artigas, quien a su vez venía ya en marcha con ánimo de no ceder un palmo de terreno a su infantería veterana.

Ya frente a frente, aunque separados todavía por un trecho regular, los obuses de calibre treinta y dos empezaron sus descargas, que fueron aumentando por momentos hasta trabarse en pelea.
Las fuerzas realistas, apartadas dos leguas de la villa, tomaron posición en unas alturas llenas de pedregales a un flanco de la carretera, y engrosaron poco a poco sus guerrillas en despliegue al frente sobre una loma paralela.

La aglomeración allí llegó a ser considerable.
Artigas puso entonces en movimiento su ala derecha ordenando a su jefe, el capitán Pérez, que practicase una diversión encima mismo del enemigo, aunque eludiendo los fuegos de artillería, hasta obligarlo a salir de su campo.

Cumplióse la orden, y viendo a Pérez ponerse en retirada, la tropa realista creyendo habérselas con simple caballería, salió a su alcance, siendo ésta la señal del comienza de la pelea.

Artigas arenga sus tropas, “que juran morir por la patria”; avanza en línea a paso firme, confiando su ala izquierda al intrépido teniente Valdenegro, lanza la caballería de Maldonado a cortar la retirada del enemigo; ordena echar pie a tierra ya encima de los tercios a toda su infantería, y ante un repliegue falso sostenido por el fuego de los obuses, manda cargar la columna, arrollándola y arrojándola sobre la loma….

El combate lleva recién hora y media de empeñado, y debía durar hasta la puesta del sol.